sábado, 18 de julio de 2009

HARRY POTTER: RECORRIDO POR SU LEGADO CULTURAL


Los orígenes de la literatura británica y de los géneros conformadores de un héroe, guerrero o caballero, dan un primer bosquejo al personaje maravilloso y recrea tanto los paisajes como aventuras, monstruos y seres malévolos de los cuentos de hadas. Al mismo tiempo, estos elementos se convierten en un primer esbozo hacia la literatura infantil británica.

La formación de la literatura británica tiende a generar polémica, debido a que sus primeras manifestaciones escritas no se dieron dentro del territorio sino fuera de él. Entre los siglos VII y VIII en el reino de Northumbria se conoce la primera recopilación testimonial de la literatura anglosajona, con los cantos épicos de Beowulf, Widsith y The fight at Finnsburg (Galván, 30)

El género narrativo, por excelencia, de esta etapa, es la épica, cantada y escrita en verso, cuyo único contenido consiste en contar las glorias y hazañas de un gran héroe. Por lo general, son personajes extractados de la historia nacional o que por su condición, perdieron el carácter histórico y asumieron uno legendario. Complementan estas primeras manifestaciones literarias los poemas épicos del ciclo de Caedmon, Cynewulf, Elene, Juliana, Christ y The dream of the rood. (Literatura inglesa medieval, 45-56)

Además de la épica heroica y cristiana se dieron otras manifestaciones literarias en este periodo anglosajón (siglos V-XI) como: los Riddles, poemas o narraciones de sabiduría o ingenio, que plantean adivinanzas, además de poseer mucha diversidad de temas; Gnomic verses, Proverbios o aforismos que condensan la sabiduría popular; y por último, los Charms, testimonios muy semejantes a los Riddles debido a su carácter enigmático. Se componen de fórmulas, hechizos o encantamientos; de ellos se conservan doce poemas en inglés antiguo. Los temas varían: encantamientos para la tierra, para el parto retrasado, para la cosecha, para pedir lluvia abundante, etc. (Galván, 64-7)

Desde comienzos de la edad media, el latín pasó a refundirse con los dialectos propios de cada región conquistada por los romanos. Esto dio origen al nacimiento de las lenguas romances, tales como italiano, francés, portugués, español y rumano, mientras que el inglés y el alemán se conservaron sin influencia latina. Las lenguas romances se consolidaron en sus regiones de origen y en Inglaterra, tomó forma el inglés medio, que se conservó hasta el siglo XV. En lengua romance se escribieron los cantares de gesta, similares a la épica heroica debido a que estos, también eran narraciones con motivo histórico, pero de aventura legendaria. En Francia se cantó al héroe Rolando con el Cantar de Rolando (siglo XI); en España a Ruy Diaz de Vivar con el Cantar de Mio Cid (siglo XII); en Inglaterra a Arturo, con Leyendas del rey Arturo (siglo XIII) y en Alemania a Sigfrid, con el Cantar de Los Nibelungos (siglo XIII).

Simultáneamente, se creó la poesía trovadoresca mediante los galanteos y la cortesía, interpretada por los trovadores que además de brindar una hermosa letra y ritmo, acompañaban sus poemas con música. A partir de estas creaciones literarias, Europa hegemonizó al continente con su expresión y facilitó el tránsito a la literatura moderna.

Para Galván, la novela de caballería, por ejemplo, retomó la visión del caballero, henchido de aventura, poder y gloria para la protección de otros y de la fe cristiana, que se impuso la conquista del Santo Sepulcro y la eliminación de los infieles y herejes. Además, el caballero exaltó a la mujer, como un ser de pureza, belleza, digna de representar el espíritu, la gracia y el amor. El hombre, en este caso amante, se convertía en caballero gracias al privilegio del amor de una mujer. Sin amor o sin dama no era nadie. Fue arrebatado por la virilidad que primaba sobre lo espiritual. Su elegancia y finura lo distinguían de todos los demás hombres, sobre todo cuando podía alardear en torneos, en combates o en galas sociales.

El idilio caballeresco se adornaba más con la composición del paisaje, bosques brumosos y solitarios para permitir el encuentro de los enamorados, cuya relación, por lo general, era prohibida y secreta. Relación, atmósfera y clandestinidad, se confabularon para crear un entorno de corte fantástico, intrigante y llamativo para la aventura, si además, ésta invitaba a traspasar las fronteras conocidas. Fue así como el límite del bosque, la colina o el mar se caracterizaron por proyectar un hálito de misterio y la imaginación dio crédito a las más absurdas noticias de un mundo remoto, sobre todo, las que llegaron de oriente con las expediciones de los cruzados.

La filtración de secretos y fantasías orientales se mezcló con la tradición mitológica germano-celta, fundamentando un trasmundo misterioso, en donde nada podía evitar la aventura de lo mágico a través de la lucha contra fortificaciones encantadas como laberintos y castillos o seres maravillosos como el trasgo, la hechicera y el monstruo que buscaban el cautiverio del héroe. Bajo esta atmósfera, la figura del caballero transmutó a la de héroe, tal y como se formó Lancelot o Perceval, caballeros en busca del Santo Grial. (Literatura inglesa medieval, 111 y 116)

Me interesa resaltar este ambiente de bruma, bosques solitarios, castillos encumbrados en inaccesibles montañas y seres maravillosos, porque será el ambiente recreado por Rowling para la saga de su personaje Harry Potter, aprovechando tan prolífico legado de fantasía y maravilla. Para irlo conformando, partimos del interesante estudio de Levy sobre los seres mágicos[1] del imaginario germano-celta y lo complementamos con un análisis personal. Así, podemos agruparlos como los adyuvantes propios del héroe. Entre los de aspecto animal: basilisco, dragón, serpiente, fénix, unicornio, lechuza y caballo. De aspecto humano: gigante, enano, hada, elfo, gnomo, ninfa o troll y los objetos mágicos, dados o ganados: espada, anillo, caldero, copa, vara, báculo, lanza y capa, esta última, caracterizada por ser invulnerable e invisible.
Estos seres y objetos nos han llegado porque a principios de la baja edad media se proporcionó información escrita en documentos de contenido religioso, astrológico, astronómico, jurídico, médico y literario. El tema literario, por ejemplo, detallaba mitologías celto-germánicas reconocidas: el ciclo mitológico o ciclo de invasiones, el ciclo ultoniano o Conorian, el ciclo osiánico o Finniano, y el ciclo de los mitos de Cymry (de especial interés ya que se incluyen el nacimiento de Myriddin (Merlin) y la saga artúrica). Igualmente, la literatura antiguo islandesa o nórdica, bajo sus formas conocidas: sagas, poesía Eddica y poesía Escáldica.
El primer ciclo de la literatura celta, el ciclo mitológico o ciclo de invasiones, narra la llegada de los diferentes invasores mágicos a tierras celtas; da explicaciones sobre el origen de su universo maravilloso, presenta algunas divinidades, sus objetos mágicos, y da a conocer el mundo de las deidades y sus problemáticas. El segundo ciclo, el ciclo ultoniano o Conorian, centra su atención en la imagen del guerrero Cuchulain y el mundo fantástico de hadas y demás seres maravillosos. El tercer ciclo, el ciclo Osiánico o Finniano, narra la historia alrededor de Finn Mac Cumbal el primer humano y su hijo Osian. El último ciclo, el ciclo de los mitos de Cymry evidencia la figura de Merlín, el mago de la saga sobre el rey Arturo y sus caballeros. La ambientación y la atmósfera registran el mundo fantástico de hadas, magos y el paralelo de los mundos, el de los vivos y el de los muertos, que según Rolleston, se conoce como tierra de Danaa o de las Hadas. (Los celtas, 300)

Las sagas nórdicas narraban tópicos sobre vida de algún hombre antiguo o de un rey escandinavo. Las más antiguas se ocupan de personajes y acontecimientos en donde la raíz histórica se puede situar. Normalmente, en su contenido se destacan profundas pasiones como: venganzas, desafíos, traiciones y luchas. Como toda la narrativa de su tiempo, resaltaron los perfiles épicos. Por su parte, la poesía Eddica o de las Eddas, fue escrita en el siglo XIII, aunque su origen puede datar del siglo X. Estos cantos muestran el resultado final a que llega Escandinavia en su proceso de colonización y establecimiento en el territorio islandés. Una parte de los poemas eddicos son de tema mitológico, de tipo cosmogónico y teogónico (es decir, tratan el origen del mundo y de los dioses) y los otros son de tema mitológico como los referidos a Sigurd, el héroe del Cantar de los nibelungos, en alemán Sigfrid.

Por su parte, la poesía escáldica, nos dice Mongk, deriva su nombre de los poetas o bardos, personajes cultos de la corte, conscientes de su arte y deseosos de obtener renombre con él. Cantan las hazañas de los señores a quienes sirven; realzan sus proezas militares y expresan sus sentimientos por los que se fueron o por tiempos mejores. (Mitología nórdica, 25)

En la literatura celta es común encontrar paisajes y seres de misterio. Esta ambientación llenó de elementos fantásticos la realidad circundante, haciendo de la imaginación popular un desbordamiento de aventuras y leyendas entreveladas. Por ello, no era raro entonces ir tras la búsqueda de algún objeto o animal extraño que ayudara a la supervivencia o al triunfo de la justicia y la verdad. Por eso tomó fuerza la búsqueda del Grial, como aquel vaso sagrado en que Jesucristo consagró su cuerpo y su sangre como símbolo de alianza entre los hombres y el Padre Celestial por la reivindicación de los pecadores. Numerosas leyendas se escribieron contando las aventuras de caballeros persiguiendo tan anhelado tesoro. Chretien de Troyes, (Perceval o el cuento del Grial-siglo XII) y Wolfram von Eschenbach (Parzival, siglo XIII), entre otros.

Partiendo de un análisis personal, los elementos de estructura literaria constante[2], narrados en los ciclos narrativos de la literatura germano-celta y por los cuales lo maravilloso adquiere reconocimiento, son, entre los más importantes:
1) Animales: águila, cuervo, búho, jabalí, cerdo, venado, ciervo, caballo, perro negro o Grim, gato, lobo, araña, rata, cabra, león, sapo.
2) Plantas: Sauce, avellano, fresno, abeto, pino, mandrágora y muérdago.
3) Objetos: piel de cerdo, arpa, espada, piedras o gemas, pozo de la sabiduría, juego de ajedrez, mano plateada, caldero, grial, runas, llama mágica, collar encantado, sangre de dragón.
4) Naturaleza: lago, bosque oscuro, pozo, fangales, gruta, fondo del mar, tierra, cueva, caverna.
5) Construcciones: Laberinto, castillo, cámara sellada, espacio subterráneo.
6) Personas: Hombre sin cabeza, ogro, monstruo maligno y ondinas.

De otro lado, Inglaterra, entre finales del siglo XII y comienzos del siglo XIII, deja de lado el anglosajón o antiguo inglés para dar paso al inglés medio, a través del cual, desarrollará parte de su cultura y de su historia. Las fechas del inglés medio suelen darse entre los años 1100 a 1150 debido a que los efectos por este cambio suelen encontrarse en los documentos escritos especialmente finalizando el siglo XII. Pero este periodo se desarrolló a lo largo de tres etapas antes de llegar al inglés moderno. La primera va del año 1100 al 1250, en donde el idioma tan sólo pertenecía a las clases populares británicas. El segundo va de los años 1250 al 1350, donde el inglés se destinaba a escritos religiosos y a bardos que entretenían a la corte. La ultima etapa es muy corta, va del año, 1350 a 1400 aproximadamente presentándose los años dorados de la literatura del ingles medio. (Galván, 88-9)

Es común encontrar en estas tres etapas de la evolución del idioma inglés, escritos caracterizados por la variedad de episodios en donde la aventura y lo heroico sobresalen como temáticas y los personajes obedecen a la construcción de modelos preestablecidos, vestidos de armaduras con predominancia de la espada y el caballo. El arquetipo del caballero adquirió diversas formas de presentación: el heredero que rescata su trono usurpado o el caballero en pos del Santo Grial que se encuentra un castillo mágico. A lo largo de está búsqueda se presentarán enfrentamientos entre caballeros enemigos o personajes extraordinarios y fantásticos que no son de este mundo, como gigantes, animales míticos, lugares encantados, bosques y castillos. No obstante, la presencia de elementos sobrenaturales de inclinación pagana, la visión de las historias es cristiana. Estas narraciones combinan la imagen del caballero con valores épicos como la fortaleza física, la valentía y las virtudes del hombre cristiano, movido por la moral, la piedad, la modestia y el altruismo.

El estudio de G. Highet, nos sitúa en el renacimiento (siglos XV al XVI), donde gran parte de la imaginería de la edad media se retomó para ambientar la narrativa y los ambientes poéticos.
Se destaca el desarrollo del tópico fantástico[3], a través de la descripción de la magia, de la acción de hechiceros, de la presencia de objetos encantados (yelmos y espadas), y de la ayuda brindada por animales fabulosos, como e hipogrifo volador o el unicornio. (La tradición clásica, 235)

Inglaterra entró al renacimiento debido a su apego por el estilo gótico medieval (que dura desde el siglo XIII hasta el XV) lo cual influyó en su expresión artística. Fueron las universidades de Oxford y Cambridge las que comenzaron a promocionar el interés en temáticas relacionadas con la arqueología y la antigüedad británica. La temática literaria fue la que más cambios obtuvo en este periodo dando origen a autores como Spencer, Shakespeare, Thomas Wyatt y el conde de Surrey. El género teatral se estableció como la más importante expresión del sentimiento humano en el territorio inglés. Highet cita el caso de Shakespeare, quien fue un dramaturgo británico deleitado con lo sobrenatural en la representación de hadas, brujas y sus ensalmos. Matizó la inclinación natural de estos personajes hacia la maldad, endulzando sus gestos, empequeñeciendo sus cuerpos y convirtiendo sus acciones en algo divertido, como en la obra Sueño de una noche de verano. (La tradición clásica, 311)

Como vemos, tal ambiente sobrenatural en la literatura es expresado de forma normal, sin embalaje alguno o distorsión de la naturaleza original que poseían en los tiempos en que fueron creados. Lo mágico estaba en su apogeo y esto coincidió con la terrible persecución y caza de brujas, poco tiempo después.

Gerber Lambert manifiesta que fueron las mujeres, quienes predominaron como principales practicantes de este oficio. Los hombres aparecían en minoría y su magia se asociaba más con la sabiduría y la astrología. Por lo general, se creía que la bruja, normalmente, pertenecía al grupo de mujeres casadas o viudas entre los cincuenta y sesenta años de edad. Cuanto más vieja fuera la mujer se pensaba que mayor era su poder y su práctica se consideraba una actividad familiar. Por ello, la hija de una mujer ejecutada por brujería, se encontraba a menudo en una posición peligrosa. También se le dieron ciertas características personales que podían hacer de una mujer, una bruja: solitaria, excéntrica, de mal temperamento, poseer un lenguaje obsceno, habilidad para insultar y amenazar. Por lo demás, se asociaba con la fealdad al extremo de aterrar, ojos enrojecidos, piel manchada, deforme por antonomasia, encorvada y vieja. (Historia de Inglaterra, 76)

Tal estereotipo permitió dar vuelo a la imaginación produciendo la ilusión de transformar a una anciana en la representación misma del poder maligno. La costumbre de representar brujas pronto tomó auge en la pintura y la literatura. Se las figuraba con verrugas horribles, en escobas voladoras, con gatos negros que las rondaban y hasta oscuros pactos con el diablo. Algunas son altas y flacuchas, otras son bajitas y regordetas, pero caracterizadas, las dos, por ser viejas, tener la cara arrugada, una nariz grandota, uñas largas, dedos flacos y arrugados, una joroba, mentón puntiagudo y la tez pálida o en algunos casos verdosa. Visten ropas anchas y oscuras y sus zapatos son puntiagudos. Los cuentos de viejas, incluían numerosas historias donde estos personajes aparecían como antagonistas permanentes a lo largo del argumento, con el consabido desenlace fatal para la bruja, en la mayoría de los casos. Este grupo incluye también a las comadronas y curanderas.

Cuando la brujería necesitó expresarse, lo hizo por medio de la literatura con representaciones del personaje, tan peculiar, que la sociedad la identificó y la rechazó de inmediato. El modelo literario sobre esta mujer es de tipo brujeril, por decirlo de algún modo, cuya razón de ser, se ha descrito en numerosas obras literarias de época, como son las novelas de caballería, la literatura de terror y especialmente, los cuentos infantiles.

Por ser el modelo brujeril más claro y evidente en la literatura infantil, ha evolucionado hasta sintetizar el arquetipo de la bruja en seis características que la configuran:
1. posesión de poderes mágicos indiscutibles
2. hacedora de la magia cotidiana
3. propietaria de la capacidad de volar, particularmente en vuelos nocturnos
4. robadora con frecuencia y facilidad de infantes
5. malvada y fea por naturaleza
6. oferente de reuniones de brujas o aquelarres[4]
Es por consiguiente, como lo mágico y lo literario aúnan sus principios para crear toda una imaginería representativa de estos personajes y de sus ambientes. La literatura de origen popular y transmitida por vía oral, es la que proporcionará mayor despliegue y reconocimiento al territorio.

En cambio, Kieckhefer piensa que la figura del mago se consolidó con el paso del tiempo. A principios del siglo XVII, por ejemplo, el patrón de mago como adivino se fundamentó, apreciado conocedor de diferentes métodos para indagar sobre el pasado y futuro, dentro de la llamada magia blanca. Con ello, se diferenció del concepto de hechicero, éste sí de condición social pobre, ermitaño y cuya esfera de acción se movía dentro del demonismo. (La magia en la edad media, 194)

El ambiente macabro de las persecuciones, las ideas tenebrosas del canibalismo y la orgía con seres infrahumanos recreó la literatura gótica del momento ya que la caza de brujas nutrió esta lúgubre temática, con la adhesión de prácticas ritualistas, ya no dedicadas a la naturaleza y a menoscabar sus poderosas fuerzas, sino a consagrar cultos a las fuerzas del inframundo, fuerzas tenebrosas y oscuras, por lo tanto, peligrosas.

Curiosamente, este ambiente fue propicio para la literatura infantil, que vio en los personajes tenebrosos y antagónicos, en los lúgubres paisajes medievales y en los motivos escabrosos de brujas y hechizos, la ocasión ideal para recrearlos y plasmarlos en cuentos e historias que por siempre deleitarían al público lector infantil.

Dichos cuentos sirvieron para el divertimento de los niños, pero también para el aprendizaje de la lectura, escritura y los valores morales. Tales textos se dieron a conocer mediante la creación de la imprenta y su traducción, pero sabemos que su datación es de tiempos antiguos. En Inglaterra estos textos fueron llamados Horn-book , cuentos domésticos.

Además del Horn-Book, se creó The books of courtesy, que tenían como objetivo proporcionar a los niños de clases altas, las reglas del buen comportamiento, urbanidad y buenas maneras que facultaban a quien las adoptaba para hacer un papel ejemplar en la sociedad. Estaban condicionados por una ética que demarcaba límites entre el bien y el mal. Por eso, se convirtieron en lectura rigurosa y sistemática para padres y educadores que vieron en ellos la oportunidad de enseñar, entreteniendo.

Los libros de enseñanza más utilizados de la época fueron, entre otros: las fábulas de Esopo y La Metamorfosis de Ovidio, pues aunque antiguas, enseñaban, de manera simple, nociones para la vida, a través de historias de animales y cosas animadas, representando actitudes y comportamientos de los seres humanos. Otro texto, fue El Bestiario, libro medieval de los siglos XII-XIII que al igual que las fábulas, enseñaba una alegoría moral a través de ilustraciones. Más tarde, dio paso a la descripción y presentación de seres imaginarios y fantásticos.(Denise Escarpit, 22).

En el siglo XVI tuvo origen la novela educativa dirigida a la juventud cuyo primer representante fue el alemán Jorg Wickram, con El espejo de los jóvenes, cuyo contenido temático plasmaba un compendio ético y moral para jóvenes. Paralelo a esto, nació el cuento maravilloso[5], pero no en la clasificación que lo conocemos hoy en día sino de manera diferente.

Este tipo de cuentos, en un principio fue para adultos, pues su temática era más para la gente común y corriente que para niños. Pero no debemos olvidar su pertenencia al campo de la literatura oral. A este medio, debe su vigencia y perennidad. Chaucer, por ejemplo, decía que en un tiempo remoto el mundo fue habitado por hadas que se vieron en peligro y huyeron con la introducción de la religión cristiana. (Denise Escarpit, 30).

Con la instauración de la Iglesia de Inglaterra promulgado por Enrique VIII, la intolerancia hacia lo maravilloso se afianzó, haciendo que los cuentos fantásticos se refugiaran en las narraciones de buhoneros y de viejas. Con la aparición en Italia, de Basile Giambattista (Nápoles, 1575-1632), cortesano en distintas cortes, versificador por encargo, compositor de odas y elegías para los de linaje y para aquellos potentados a quienes sirvió, que los cuentos maravillosos recobraron su antiguo estatus. Basile tuvo la idea prodigiosa de recoger las distintas formas del “habla napolitana”, por lo cual compendió en una serie de escritos, lo fabuloso y lo grotesco de ésta. Al hacerlo y sin saberlo, legó para la literatura italiana y para la del mundo el tesoro de las fábulas populares que se contaban en Nápoles, un “Pentamerón” al que dio por título El Cuento de los cuentos. (Escarpit, 45)

El Pentameron se compone de cuentos con final feliz, entrelazados por diversos motivos, como cambios físicos de los personajes, apariciones, engaños y desengaños, duelos, retozos, reuniones sociales. Su estilo combina expresiones lujuriosas y gestos pudibundos, representados en diferentes personificaciones: príncipes, princesas, ogros, ogras, gatas, zorras, osas, hadas, genios, beldades y espantajos. Es decir, todo un conglomerado humano, pleno de pasiones y virtudes, propias del género. En el siglo XVII, el francés Charles Perrault (1628-1703) recopila sus narraciones bajo el sugestivo título de Historias o Cuentos del tiempo pasado, llamados también Cuentos de mi comadre la Oca,1697. Perrault modifica y adapta los cuentos de viejas, transmitidos por vía oral, a un estilo depurado para que llegara a la corte y a la juventud. Sus personajes resuelven todo tipo de problemas mediante la intervención de un agente mágico, bien sea hadas, hechiceras, objetos que adquieren vida, animales que hablan y seres que se metamorfosean.

Por esta misma época el cuento de hadas se hallaba en su máximo esplendor entre los salones de la corte francesa, mediante la intervención de Madame D’Aulnoy (1650-1705), quien desde 1690 intercalaba cuentos de hadas en sus novelas o relaciones de viajes. Sus historias eran menos formales que las de Perrault y si bien se podían contar en salones, no eran apropiadas para niños. Se destacan sus cuentos de hadas y el ambiente mágico que les imprimió. (Escarpit, 54).

Durante el barroco (1600-1750) Inglaterra inició el estado de república, suprimiendo la institución monárquica a cambio de la instalación de la cámara de los Lores, ente democrático, cuyo poder y autoridad de gobierno no era individual sino de dominio colectivo. Además, geopolíticamente, sucedió la unión entre Escocia e Inglaterra en una sola nación, tomando el nombre de Gran Bretaña.

Bajo la mirada tutelar del barroco, la literatura, el arte y el pensamiento clásico logran una unidad intelectual que será difundida, tanto en Europa como en América, proporcionando a su vez un reino de imaginación y discusión en donde yacen, en un mismo nivel, lengua, distancia y credo. En este periodo la imitación, adaptación y renovación serán las actividades más practicadas en el estudio de la literatura clásica y en el desarrollo de la propia.

Por otro lado, la persecución creada por la Inquisición generó un ambiente influenciado por la magia y la fantasía, creando así una tradición, solidificada sobre la base de lo sobrenatural, presente tanto en las criaturas y costumbres paganas. Es por esta razón que países actuales como Alemania, Suiza, Francia, Escocia e Inglaterra poseen, al interior de su folclor, un pensamiento mágico-fantástico, asociado a lo religioso medieval, aún pagano y heterodoxo, que se vio explotado con la llegada del romanticismo en la literatura gótica e infantil.

El siglo XVIII en Inglaterra originó un estilo particular, “The Nursery–Rhyme” que son canciones de cuna, adivinanzas, rimas tradicionales y cuentos fantásticos de origen oral que luego fueron recopilados y publicados en el libro La melodía de mamá oca. Con ellos, el género maravilloso consolidó su forma y estructura particular, haciendo de sus historias y motivos el deleite de los niños.

Por lo demás, fue un siglo que afianzó el gusto literario del público infantil y juvenil para lo que contribuyó el editor británico John Newbery (1713-1767). Fue librero y editó el primer libro ilustrado de Inglaterra, A Little Pretty Pocket Book (1744) y el primer periódico infantil, The Liliputian Magazine (1751-52). Gracias al manejo de “colección” que trabajó durante sus años de editor favoreció para que sus sucesores recopilaran la conocida Mother Goose´s Melodys o Sonnets for the Cradle (1781). Su labor apoyó tímidamente al lector infantil y juvenil que vio reflejadas en estas colecciones sus gustos e intereses literarios, por primera vez diferenciados de los adultos. (Gras Balaguer, 98)

Paralelo al estilo de lo maravilloso-mágico, el barroco promovió también el género novelesco para jóvenes, adaptado a su edad y entorno cultural. La primera novela que cumplió estas expectativas fue escrita por el francés François de Salignac de La Mothe, llamado Fénelon (1651-1715): Las aventuras de Telémaco, conocida como novela de formación o iniciación. Simultáneamente a la publicación de esta obra aparece Robinson Crusoe, del escritor inglés Daniel Defoe (1660-1731), obra que engendrará la tradición de la novela robinsoniana en Europa, mediante la acción, propia de la aventura, el viaje y la reflexión, como forma para meditar sobre el mundo y la existencia humana.

Conforme a este éxito literario, aparece otro británico, Jonathan Swift (1667-1745) con la obra Los viajes de Gulliver, donde innova en el relato de aventuras mediante dos elementos de corte fantástico como son: el mundo al revés y la lógica de lo absurdo. Para la época fue un estilo interesante que se imponía al relato tradicional y clásico. Desde Swift, la aventura por el mundo de lo maravilloso y lo fantástico tomó otras dimensiones, que hoy no dejan de impactar.

Sería precisamente, el inglés Lewis Carroll (1832-1898) quien tomaría como estilo literario la plasmación del mundo al revés y la lógica del absurdo, representada en Alicia en el país de las maravillas y Alicia a través del espejo. Esta forma de simbolizar el mundo no fue más que la búsqueda incesante del artista para comprenderse a sí mismo, comprender al género humano y fundamentar su existencia en el tiempo presente mediante el conocimiento de su propia identidad. En la historia se conoce a esta etapa como romanticismo[6].

El espíritu romántico luchó por rescatar la identidad y la tradición histórica a través de lo propio y lo nacionalista. Mitologías, cuentos, sagas, canciones y leyendas populares de cada nación europea fueron redimidas del olvido para beneplácito de la sociedad. Por su parte, ciencias como la antropología y la arqueología se encargaron de compilar el folclor, tradiciones orales perdidas y el arte primitivo, entre otros.

Los ojos románticos vuelven a mirar las verdades ocultas relacionadas con los poderes de la magia, la alquimia y la imaginación. Retoman el misticismo olvidado de tiempos pasados y navegan ávidos de conocimiento por dos corrientes religiosas: la contemplativa de la iglesia cristiana, la fe y las revelaciones y la mágica, abonada por la imaginación del paganismo. (Gras Balaguer, 24-5)

La sinrazón de lo romántico no sólo condujo a una búsqueda exterior sino que abrió paso a la exploración del inconsciente humano, hacia aquello que permitió el descubrimiento de nuevas fuerzas internas como la fascinación por lo macabro e irracional, la muerte y el amor que supera la muerte. Todo ello ambientó la reflexión hacia un ideal inalcanzable por medio de la distorsión estética.

Además, el estilo y la filosofía gótica resucitaron, mediante la estética romántica, la idea del inconsciente y la locura. La combinación de muerte y amor dieron como resultado un ambiente macabro propicio para este tipo de género. La literatura gótica del romanticismo, retomará los nutrientes mágicos dejados por los juicios de la caza de brujas del siglo XVI, con el fin de crear el primer bosquejo de la novela gótica.

Algunas de las temáticas góticas exaltaron la danza grotesca de las brujas, el demonio, el canto fantasmal, el horror cósmico, la vida después de la muerte y todo lo relacionado con lo sobrenatural. El británico Horace Walpole (1717-1797) es considerado el iniciador de la novela gótica por la plasmación de fantasías y misterios medievales en relatos cargados de interés y misterio. Su famoso El castillo de Otranto impone el horror y el corte sugestivo de lo incierto y desconocido.

Resaltamos la importancia que en novelas y cuentos adquirió la descripción del castillo gótico por lo sugestivo de su ambientación y por la fuerza que otorgó a la narración, convirtiéndose éste en el espacio ideal para desarrollar la saga potteriana. Según Lovecraft, la arquitectura gótica creó una atmósfera aterradora mediante el deslucimiento de lo viejo y de lo antiguo. Los corredores húmedos y las catacumbas ocultas ayudaron a conformar el entorno propio de lo siniestro y lo malsano. El castillo medieval fue la contribución ideal para la creación de un sinnúmero de leyendas donde los fantasmas y los habitantes sin paz que un día habitaron el fortín unieran sus mentes y sus sentimientos a hombres malvados y a espantos demoníacos. (Lovecraft, 22)

Otros temas de interés para la novela gótica fueron la piedra filosofal y el elixir de la vida, introducidos bajo la tutela de William Godwin (1756-1836). Hace más arcana su obra con la incorporación de elementos contextuales conocidos, pero prohibidos, como es la Orden Rosacruz, con lo cual renovó el interés por la magia y la alquimia.

Si en el romanticismo, la escritura fantasmagórica y siniestra logró desarrollo y reconocimiento, la literatura infantil en está misma época centró su interés en dos puntos. La primera, de orden estructural, dio origen a nuevos elementos escenográficos y ambientales, como la aparición de dos dimensiones simultáneas: la apariencia de un mundo real y otro mágico, éste es el de las hadas. Paradójicamente, el punto de encuentro para los dos mundos es el bosque cuyos linderos son límite obligado entre lo extraño y lo familiar, lo natural y lo sobrenatural, lo prohibido y lo permitido, lo fantástico y lo real. Así es el mundo de lo feérico[7] o maravilloso, ambivalente y dual.

La segunda dimensión es de origen externo, relacionada con el niño lector y su recepción literaria, pues por primera vez, se diferencia entre el lector adulto y el lector infantil. Este paso fue muy importante ya que hasta entonces la literatura sólo había sido dirigida hacia adultos y al niño poco o nada se le tenía en cuenta. El siglo XIX cambió el panorama y descubrió la magnitud del niño como ser individual; sus necesidades y gustos empezaron a aflorar, distinguiéndose de las del hombre.

El acierto diferenciador del niño, trascendió la mente de la sociedad, pues el cuento maravilloso resurgió en las manos del pequeño lector, quien lo adhirió como compañero inseparable en sus momentos de lectura y entretención. Con estos dos factores por delante, la recepción del público infantil y el resurgir del género maravilloso, comenzó una expansión bibliográfica de textos originales escritos para niños y jóvenes que llega hasta nuestros días. (Escarpit, 63).

El reconocimiento del niño como ente individual procede del escritor y pintor William Blake (1757-1827) quien propuso el abandono de la intención moralizadora en la obra, reemplazándola por el placer o la diversión del leer. Su ideología no prosperó hasta finales del siglo XIX, debido que en el renacimiento el niño se encontraba en una situación difícil debido a que aún no tenía derecho a soñar libremente.

Bajo está afirmación los intelectuales del romanticismo se propusieron salvar las tradiciones orales y reactivando la tradición del folclor. Autores como los hermanos alemanes Grimm, (Jacob 1785-1836 y Wilhelm 1786-1859), Achim Von Arnim, romántico alemán (1781-1831) y Clemens Bretano (1778-1842), fueron folcloristas entusiastas por recuperar la tradición y el legado oral olvidado. Sus trabajos de recopilación no fueron en vano y para la nación alemana que más tarde se conformaría, el éxito de sus empresas se constituyó en el tesoro más original y valioso de su historia e identidad como país. (Pacheco y Saura, 201)

Como vemos, intelectuales íntegros, quienes creían que la salvación de su herencia sólo era posible, si se influía en la poesía popular mediante un retoque apenas perceptible para renovarla y actualizarla. Su pensamiento era abierto y de avanzada pues creían que la literatura debía llegar a todas las clases sociales, para ser apreciada y que fomentara el recuerdo de las tradiciones comunes, sobre todo entre la clase alta porque era la más alejada del folclor popular.

Por su parte, el escritor Thomas Day, introduce al héroe infantil, basándose en las ideas regeneradoras de sus antecesores. Su novela Stanford and Merton, representa a un niño de acuerdo con las costumbres propias de la edad, la clase social y el nivel de estudios realizados. El éxito es inmediato y el arquetipo del héroe-niño se afianza en la imaginación, dando paso al género de narrativa infantil cuyos protagonistas serán los niños.

Con el desarrollo de los héroes infantiles nace la novela de aventuras, fusionando elementos tanto de cuentos como de relatos caballerescos y tópicos reiterativos que llevan a las coincidencias, encuentros fortuitos, rapto de niños y demás obstáculos que se puedan crear para enriquecer la historia y hacerla universal.

En cuanto a la tradición espectral de la Gran Bretaña, ésta se hizo sólida y fértil en el siglo XIX, bajo la tinta de cuatro escritores: Oscar Wilde, (1854-1900), dramaturgo y novelista irlandés con El retrato de Dorian Gray. El segundo Gerald Bliss, que se destaca por retomar el mito del hombre lobo con su novela La puerta de lo irreal. Como tercero, John Buchan (1875-1940) escribió Los treinta y nueve escalones, suspenso e intriga componen este relato. Por último, Bram Stoker (1847-1912), autor de Drácula y otras novelas como La guarida del gusano blanco, La joya de las siete estrellas, entre otras. Stoker noveló elementos propios del arte gótico: la cripta, el castillo medieval, la resurrección, los misterios, las creencias egipcias y el mito del vampiro.

Por su parte, la literatura fantástica había recibido la influencia de los simbolistas y del romántico norteamericano E. A. Poe (1809-1849) retomando los tópicos constantes que la han caracterizado: magia, alquimia, fantasmagoría, medicina natural, espíritus elementales, elixir de la vida y piedra filosofal, entre otros. Las temáticas variaron en tanto avanzaba la ciencia y la tecnología, pero el misterio, el suspenso y la sorpresa ante lo insólito e inesperado se mantuvieron.

Poe y sus seguidores introdujeron una literatura de suspenso sobre la apariencia de lo natural, permearon la psiquis del personaje para darle un carácter de extrañamiento y melancolía, poseído de una cierta carga de dolor, decadencia y locura. Lo situaron dentro de un contexto cotidiano, sostenido bajo una apariencia de normalidad para luego reflejarlo en un espejo de malignidad convincente e innata. Con ello, crearon un nuevo modelo de realismo, donde la expresión de lo fantástico era posible, creíble y experimentable. (Lovecraft, 78)

Paralelamente, los cambios culturales asumen su rol. Contrario al pensamiento romántico y realista, surgido al final del diecinueve, germinaron los primeros movimientos de vanguardia a cargo del dadaísmo y el surrealismo, opuestos al racionalismo imperante que negaba el pensamiento instantáneo y el estadio del inconsciente. Además, las vanguardias enriquecieron la cultura, a través de la exploración de la tradición oral, alimentada por la mitología y el folclor; la edad media, como aquella etapa histórica desconocida y aún por descubrir, sobretodo en lo relacionado con el imaginario de lo macabro, mágico y fantástico, plausible para obtener una visión supersticiosa y mágica del mundo. Recuperaron, en lo posible, la estética romántica, impregnada de una belleza dual (lo bello y lo feo conviviendo en un mismo plano) y las utopías sociales. Se interesaron por exaltar el triunfo de la modernidad, la convivencia del hombre con la locura y la razón, la belleza y la fealdad, el avance científico, la búsqueda al origen, al equilibrio espiritual y al desenfreno de vicios y pasiones libertinas.

El folclor tomó fuerza nuevamente en el siglo XX, especialmente en el país de Gales que nunca abandonó la tradición secular de la sociedad celta, dotando a la isla de proyección internacional, pues las más hermosas e intrigantes historias sobre seres mágicos, sortilegios y magia, impactaron en la sociedad mundial, que interesada, quiso conocer de cerca y completos, tan llamativos relatos. La edad media europea volvió a seducir a los estudiosos y a los despreocupados que con avidez, especularon y leyeron sobre ella. Además, fue un hallazgo que permitió la invención de nuevas mitologías y folclor, con autores como, Arthur Machen, Algernon Blackwood o Lord Dunsany, entre otros. (Lovecraff, 112)

La novela robinsoniana desarrollada desde el romanticismo, había generado una moda de imitación y adaptación entre los escritores y las editoriales europeas. Anexo, el camino hacia el cuento moderno se había iniciado siguiendo el modelo estructural del cuento folclórico, como forma de continuar con la tradición.

Con Peter Pan de James Barrie (1860-1937) se desarrolla por completo el cuento moderno inglés, caracterizado por lo maravilloso pero visto desde otro enfoque, donde no hay presencia de hadas, objetos mágicos, encuentros milagrosos o personajes estereotipados. Lo maravilloso aparece como en Carroll desde el uso del absurdo, el humor negro, la ensoñación y aún en lo fantástico, por la creación de mundos imaginarios. (Escarpit, 120)

Un autor y obra que creo debió influir como referencia para la creación de la saga de Harry Potter es Clive Staples Lewis (1898-1963), tenido en cuenta, a pesar de otros escritos suyos importantes para la filosofía, como autor infantil. La serie popular de libros infantiles titulada Crónicas de Narnia, la cual comenzó a escribir en 1950 con El león, la bruja y el armario, se considera un clásico del siglo XX y la obra más importante, junto con la de Tolkien, El señor de los anillos, legados fundamentales para la literatura infantil en lengua inglesa. Ambas son obras alegóricas y de corte fantástico sobre la eterna lucha del bien y el mal. Son obras plenas de aventuras, de personajes reconocidos por el folclor británico en un mundo lleno de maravilla y prodigios.

Los años ochenta marcan una pauta para la literatura infantil porque el mercado editorial desarrolla esta área para niños y jóvenes, pues existe un público a quien escribir, la temática narrada deja de lado el didactismo, las enseñanzas y se promueve la diversión sin ínfulas y los escritores se especializan en escritura para niños y jóvenes. Con la llegada de los noventa los libros dirigidos al público más joven dejaron atrás la esquematización de temas y géneros desarrollando una literatura a la par de la de los adultos en cantidad y calidad.

Finalizando los 90, exactamente en 1997 hace su aparición el primer libro de la escritora J. K Rowling titulado La piedra filosofal, con el cual abre un nuevo camino para la literatura juvenil mediante el boom literario que creará con sus seis libros publicados.

Con las obras de J. K. Rowling, la literatura británica infantil ha tomado nuevas fuerzas a través de obras contemporáneas pues varios escritores se han especializado en creaciones por el estilo o se han actualizado otras, como la citada Crónicas de Narnia.

Por otro lado, tenemos escritores contemporáneos como Geraldine McCaughrean, con Detengan el tren, Oscuridad Blanca o Peter Pan de Rojo Escarlata y Kevin Crossley-Holland, autor de Arturo el rey que fue y será, Caminos Cruzados y La Piedra de la leyenda, quienes centran su interés narrativo en motivos conocidos como el rey Arturo, dejando de lado la ciencia ficción como expresión temática. La época de los bárbaros y el medioevo son retomadas de nuevo por autores como Terry Jones en Fayre tales y The saga of Eric the Viking; Susan Price, con su obra The sterkarm handshake. Al igual que otros tópicos de origen sobrenatural Griffin’s castle de Jenny Nimmo y The Creeper de Pete Jonson.



[1] Cfr. J. Levy. Gran Enciclopedia de los seres mágicos. Barcelona, 2000. No obstante, la enumeración de seres mágicos realizada por Levy está incompleta, pues son muchos más los que pueblan el imaginario folclórico de esta región. Las formas inertes o con vida, presentadas en este aparte, se han relacionado a través del análisis y confrontación de varias fuentes. Directamente de la épica popular: El cantar de los nibelungos, Beowulf, Mabinogion y las leyendas del ciclo artúrico. De estudios críticos confrontar fuentes: T. W. Rolleston. Los celtas, Mongk, Mitología nórdica, entre otros.
[2] Esta idea de estructura literaria constante y estructura variable la desarrolla V. Propp en su estudio Raíces históricas del cuento. Madrid: Fundamentos, 1998
[3] Cfr. T. Todorov, Teoría de lo fantástico. Buenos Aires: Editorial Tiempo Contemporáneo, 1972. En este estudio, Todorov establece tres categorías dentro de la ficción fantástica: lo maravilloso, lo insólito y lo fantástico. El género fantástico se encuentra entre lo insólito y lo maravilloso, donde sólo es posible mantener el efecto fantástico en tanto el lector dude, entre una explicación racional y una explicación irracional y de cabida a la existencia de lo sobrenatural. En cambio, lo maravilloso existe porque el lector confía en lo inverosímil.
[4] Cfr. R. Kieckhefer. La magia en la edad media. Barcelona: Crítica, 1992.F. De ahora en adelante contrastaremos el contexto sobre la bruja con el valioso estudio de Franco Cardini. Magia, brujería y superstición en el occidente medieval. Barcelona: Ediciones 62, 1982. Se trata de un texto especialmente significativo para nuestro estudio porque concentra su análisis en la figura y personificación de la bruja, de sus prácticas y de su modus operandi en el mundo natural.
[5] El ruso Vladimir Propp estableció una teoría básica para analizar los cuentos maravillosos, estudiando cuentos rusos. Determinó el cumplimiento de treinta y un funciones que son las que llevan al héroe o protagonista a obtener su objeto deseado. Propp. Morfología del cuento. Madrid: Editorial Akal, 1976
[6] Sobre el movimiento romántico europeo existe una amplia bibliografía. Recomendamos dos estudios clásicos sobre el tema: M.H. Abrams. El romanticismo. Tradición y revolución. Madrid: Visor, 1992 y A. Begüin. El alma romántica y el sueño. Madrid: F.C.E. 1993. Ambos estudios analizan la experiencia poética de los románticos a través de su simbología: la noche, el yo, la naturaleza y el sueño. Además, relacionan el develamiento poético como una forma de conocimiento mágico entre el entorno y la vida oscura del poeta.
[7] Cfr. Louis Vax. Arte y literatura fantástica. Buenos Aires: Eudeba, 1965. Con este término Vax introduce el mundo de las hadas y de los seres mágicos que pueblan el universo espiritual de la naturaleza. Distingue además, entre feérico o maravilloso y fantástico, aduciendo como el primero es connatural y verosímil y el segundo, nos sorprende e inquieta. Otros estudios sobre el tema: Hugo Cerda. Ideología y cuentos de hadas. Madrid: Akal, 1984 y Edouard Brasey. Hadas y elfos. Palma de Mallorca, 2003.

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