sábado, 18 de julio de 2009

EL HÉROE


La construcción del protagonista en la estructura mítica, se caracterizará por retornar siempre en la temática narrativa, la lucha del bien contra el mal. El héroe[1] lleva impuesta esta tarea desde su nacimiento y el pueblo al que sirve, hará de su nombre, figura y actitud un referente obligado, propicio para la emulación, es decir, un modelo a seguir por la comunidad. (El héroe de las mil caras, 285)

Para G. Luckacs, las divinidades lo obsequian con el don de sobreponerse a cualquier tribulación o peligro. En su recorrido, transmite seguridad en sí mismo y en sus decisiones, se proyecta como un privilegiado de esencia perfeccionista. Por demás, articula lo divino y lo humano a través de su acción y de su pensamiento, convirtiéndolo en un paradigma para el pueblo al que pertenece. Su temeridad lo faculta para descender al mundo subterráneo, hazaña determinada con precisión y bajo un propósito. (Teoría de la novela, 65-9). Propp complementa la idea de Luckacs, aduciendo que el propósito, en muchas ocasiones, se debe a la concreción de una venganza. (Raíces históricas del cuento, 76)

En cuanto a su origen, Eliade considera el nacimiento del héroe dentro del mito como una nueva forma de narración, la leyenda, en la cual se cuenta la historia del héroe, sus hazañas y se describen sus virtudes, enaltecidas dentro de un ambiente de fantasía y maravilla. Las considera historias falsas, pues las aventuras están impulsadas por un deseo humano de vencer las dificultades de manera autónoma, sin intervención de los dioses. (Mito y realidad, 208)

La figura del héroe forma parte de la imaginería novelesca y narrativa en todas las culturas humanas y su relación directa con un destino trazado concierne a un profundo deseo del hombre por dominar las fuerzas naturales y sobrenaturales, conocer el cosmos y las leyes que lo rigen y lo máximo, conocer y comprender el significado de dios, si es posible.

El estudio sobre el héroe es importante para este trabajo porque J. K. Rowling retomará al personaje mítico para recrearlo en la figura y pensamiento de Harry Potter, como esencia de su historia. Sin héroe, no existirían en las seis historias potterianas, el colegio de magia, sus profesores, los aprendices de mago o el malvado hechicero Voldemort. Aunque si bien la figuración heroica de Potter contrasta con la de los héroes épicos y de los cuentos maravillosos, podemos afirmar, que la autora británica realiza una simbiosis de estas representaciones para construir un héroe singular y diferenciado. Harry Potter llega, en ocasiones, a
superar las pruebas por mandato de su intelecto o por casualidad, que por cumplir el decálogo del héroe. Una escena en la cual Harry no tiene idea de cómo afrontar una confrontación con el monstruo es el episodio de la esfinge, pues a causa de un espontáneo juego mental con las palabras del enigma, da con la respuesta, aunque ésta no fue pensada ni reflexionada por Potter. No obstante, él es héroe porque logra superar la prueba y alcanzar la meta. Se salva a sí mismo y ayuda a salvar a otros; esto ya lo condiciona como héroe.

Su arraigada fe en el Fatum, Wyrd o destino que debía ser cumplido, los llevaba a la exaltación más pura del espíritu humano o a la condena más abominable del hombre y de su sociedad. Para Mogk, el pueblo germano-celta fundamentó parte de su pensamiento en la visión mágica y fantástica de la existencia y de la vida cotidiana. Bajo esta óptica, consideraron al alma regida, no por sí misma, sino por elementos mágicos obrando sobre ella. Por eso era tan fácil vislumbrar la piedad o el amor mediante un hechizo, o el odio y la rabia mediante una maldición. (Mitología nórdica, 43)

En cambio, el cristianismo concebía al universo hecho y dominado por Dios y buscaba un individuo que dejara de lado los bienes materiales y se centrara más, en los espirituales, en el celibato, en la ayuda al prójimo, en convertirse en modelo para su fe y en expandirla por el mundo. Para la literatura, este factor fue tenido en cuenta para crear el ideal del héroe caballeresco: guerrero, luchador de nobles ideales, respetado por la mujer y amado por Dios. Bajo este formato, salieron a la luz muchas obras literarias representativas del ideal caballeresco, a partir del siglo XII. (Literatura inglesa medieval, 22)

Scop, bardos o trovadores, artistas de la palabra vivieron entre corte y corte, contando, cantando y componiendo narraciones sobre las luchas entre romanos y germanos, entre celtas y germanos o entre las diferentes tribus germánicas. Pero no sólo cantaban a la guerra, también cantaban a sus guerreros. Exaltaron las condiciones de los guerreros que se distinguían en batalla, por su fuerza, belleza, valentía, bondad y generosidad, sin importar si eran romanos, celtas o germanos. Lo significativo, consistía en enaltecer la grandeza y poderío de estos guerreros y darlos a conocer al mundo. (Galván, 29-30)

Poderosos ejércitos con poderosos guerreros encontraron gloria, reconocimiento y actualización mediante la trascripción de los cantos épicos. Beowulf, Carlomagno, Sigfrid, Arturo, Roldán y Ruy Días de Vivar, entre otros, engrandecieron sus hazañas en cada una de las palabras consignadas en los pergaminos y manuscritos de la época. Sus vidas se convirtieron en modelos, dignos de imitar por la sociedad y sus muertes aclamaron sus hazañas bajo el estandarte del honor, la gloria y el señorío alcanzados.




[1] Los estudios sobre el héroe son numerosos. No obstante, sobresalen los realizados por el filósofo e investigador Joseph Campbell, quien con El héroe de las mil caras estableció una serie de parámetros para analizar el origen, las características y la significación del héroe de muchas historias que interesan a la antropología, a los estudios culturales, a la psicología y a los estudios literarios, entre otros. J.C. rescató la importancia del héroe en diversas culturas humanas de todos los tiempos. Estableció el recorrido del héroe, afirmando que pasa por ciclos, proceso al que denominó “el camino del héroe”, muy similar en todas las culturas: “separación-retiro-entendimiento-vuelta a la sociedad y transformación de ésta”. La aventura del héroe tiene componentes esenciales, factibles de identificar una y otra vez en leyendas, tradiciones, mitos, cuentos de hadas y rituales de todos los pueblos del mundo. Cfr. J. Campbell. El héroe de las mil caras. Psicoanálisis del mito. México: Fondo de Cultura Económica, 2001, 372pp.

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