miércoles, 13 de mayo de 2009

QUIEN SOY?


LA INFANCIA


Es un poco difícil decir quien soy, porque no lo se hasta ahora...
hmm, soy ¿ cómo decirlo? ah si ya se, un gran pedazo de carne, hueso, y sentimientos prestados y un gran cerebro que pensándolo bien ese si es mío. Si te sirve te puedo decir quien fui.

Hace ya 32 años, fui la unión entre un espermatozoide y un óvulo. Un cuajo de sangre, un embrión, un feto y un bebe, de hecho una beba. Se que debí decir que ¡¡¡ Una linda beba!!. Pero a decir verdad yo nací sin uñas, sin pelo con la piel forrándome los huesos, como dijo alguna vez alguien – Igualita a un viejito disecado- Como pueden imaginar no era nada bonita.
¿ Que bebe es bonito cuando nace? Ninguno, todos tienen los ojos hinchados, ponen cara de sapo y salen ensangrentados, berreando a pulmón abierto, y para rematar medio morados o medio azules, todo dependiendo del oxigeno.. Solo los papás nos ven bonitos.

Nací en Bogotá, mucho antes de lo que el doctor había previsto. Joder, mi mamá se mojo los calzones con la placenta en noviembre del 76. Para esa época, hubo paro de hospitales por eso no era raro ver (así me conto mi abuela) a los médicos con pancartas, las enfermeras tomando tinto y mi pobre mamá pujando para que la china no se le saliera en plena calle.

Mi papá no pudo estar con mi mamá, el se la pasaba viajando auque me traía muchos juguetes ( ojo los malpensados, él no era narcotraficante) mi papá era políglota, si al menos yo hubiese aprendido bien el ingles y el francés pero no me quejo mi francenglish aguanta y si no las señas con angustia las entiende cualquiera.

Nací un lindo miércoles a las 2:00 AM de un 3 de noviembre del 1976 soy de signo escorpión y dragón en el horóscopo chino. No tengo hermanos, por lo tanto no tendré que comprar cianuro, para mi sera toda la herencia.

Los primeros cinco años de mi vida los viví en la costa, entre Santa Marta y Barranquilla. Me divertían los paseos a la orilla del mar, con mi balde y pala, caminando sin sandalias por aquella arena casi blanca de la mano de mi abuela y disfrutando un delicioso raspao a la orilla de la playa. En ese mismo sitio conocí a mi primer perro “Chocolate” (ya el pobre murió de viejo).

En Santa Marta vivíamos con mi abuela en una casa donde tenía mis propias lagartijas y hormigas. Además de animales había frutas: el tamarindo, ciruelo, naranjas, cerezos y otros árboles como el matarráton. Era una casa grande con un patio inmenso, con árboles frondosos y los viernes cuando los pelaos salían de colegio se reunían en mi casa, jugábamos boliche, comíamos tamarindo y cuando caía la tarde en el patio sentados en el piso, mi abuela con su mecedora se ubicaba en el centro y nos contaba cuentos de indios, aparecidos y monstruos y mucho antes de las nueve todos se recogían en sus casas porque las ranger patrullaban negras si eran baldeblanques y blancas si eran Cárdenas.

En santa Marta conocí a mi primer amor, ya no recuerdo ni su nombre. Yo tenía cinco y el tenia doce ( desde esa época me viene la tara por los hombres mayores). Pero recuerdo un poco su fisonomía trigueño ( es decir casi blanco, porque ahora los que se dicen trigueños son negros lavados), cabello negro y semiondulado, ojos oscuros de labios delgados como sapo pero no importaba, en esa época no se conoce de besos, era flaco, enjuto, usaba gafas y a mi encantaba se veía tan inteligente con su ajedrez bajo el brazo.

De Barranquilla me gustaba en carnavales. Allí vivían mis tíos en un amplio apartamento de largos pasillos en donde curiosamente aprendí a caminar y patinar en diferentes momentos de mi existencia, valga la aclaración. Adoraba ir a la “ checa” porque desde pequeña me daban sino era refajo era cerveza (hmm... Fue un milagro que no me volviera alcohólica) también me gustaban las copas de helado de fresa y aun más estar con mi abuela, mis padres y tíos.

Ya para los seis años regrese a mi ciudad natal Bogotá a chupar frío. Mi mamá me vestía con overoles de Jean con muñequitos, una cola a cada lado y un saco o una chaqueta bien abrigada. La gente vestía raro las gafas parecían vidrios de busetas, en las orejas en vez de aretes llevaban peroles y las mujeres andaban disfrazadas uniformemente.

Acostumbrada a estar con niños y niñas, el calor, la espontaneidad, la alegría y ese ambiente fiestero que las ciudades de tierra caliente poseen, debo decir que fue terrible los primeros meses en el colegio. Las monjas son inmamables, psicorígidas, estrictas y feas, la mayoría viejas de esas que no se han dado cuenta que están capando tumba. Hablan bajito y rezan mucho y sin oficio, te regañan por todo y si no atiendes, o preguntas mucho o haces mal las planas o simplemente le caes gorda te agarran a reglasos o te adornan las rodillas con frijolada cruda hasta que ellas crean que la piel a cedido. Del colegio calasanz también tengo buenos recuerdos entre ellos mi profe yamile, el semáforo para ir al baño, la madre Rosita quien me enseño a leer y escribir y mi primera amiga de nombre.

Con la pre-adolescencia cambié de colegio dos veces del calasanz pase al Marite, no me pregunten que significa siempre me pareció un nombre estúpido, como quien se le ocurre fundar un colegio de la noche a la mañana y colocarle el primer nombre que se le viene a la mente. Allí conocí a mi segundo amor, claro, no tan casto como el primero sólo una que otra cogidita de manos, compartiendo lonchera, haciendo mapas juntos. No me lo están preguntando pero se llama Walter Valenzuela, tenia el cabello negro y ondulado, era blanco de ojos grandes y verdes y pestañas tupidas y crespas, tenia una nariz preciosa, de la boca recuerdo que tenia dientes de ratón descalcificado es decir cuadraditos y chiquitos, era super inteligente y lindo, lo único que se lo tiraba era que era bajito... no hacíamos buena pareja, me sentía como cargando un llavero. De aquí, pase al colegio cafam ¿ Por qué? Mi papá estaba cansado de las monjas, y sea como fuere la rectora del marite había sido monja, entonces ya en cafam no dure mucho escasos dos años, porque me volví marimacho, jugaba fútbol, maquinitas, quería aprender a jugar billar ( la verdad no he aprendido, los que se ofrecen a enseñarme terminan mal porque ya sea con las bolas o con el taco acostumbro a dejarlos tíos) y empecé a aprender palabrotas, de esas que si las dicen es obligación lavarte la boca.

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