jueves, 29 de octubre de 2009

RECORDANDO A LUCAS (FRAGMENTO)





La mala situación del país me llevó a tener que adherirme a la campañas pro voto de alguno políticos de pacotilla que al contar con poco presupuesto para estas, arman jornadas de vacunación o planes de urgencia en diferentes pueblos con el fin de cumplir la cuota de sus respectivos partidos y ser una amenaza mínima a los más apetecibles que promueven menos posibilidades a la presente en material laboral.
Heme aquí. Llevó poco más de un año y no acabo de conocer el departamento asignado. No tanto por su longitud, más bien diría que es por mi apatía a los pueblitos y lo poco que pueden ofrecer a los turistas.
Al cambiar de hostal de medio pelo a uno de cuatro estrellas, en algún momento pensé haber tomado el cielo con las manos. Definitivamente el panorama era muy distinto a las cuatro bataclanas tristes y ensoñadoras que vendían su cuerpo por míseros cinco mil pesos y se emborrachaban con ron blanco de Caldas mientras sonsoneteaban nadie es eterno en el mundo.
El aviso de neón, sea como fuere se había convertido en el amigo inseparable en las noches, mi nana dormilona, quien velaba el sueño luego de una ardua jornada de de alfabetización. Esta semana me tocaba cambiar de pueblo.
Tan pronto llegué tuve la sensación de querer coger la primera flota que saliera para cualquier parte. Eso y el aviso muy grade de “El turista no es bienvenido” me hicieron repensar mi estadía. Camine un buen rato sin encontrar nada más que gatos y perros que al verme se escondían de manera maravillosa, si no hubiese estado tan cansada, hambrienta y con la cabeza caliente por el sol de medio día hubiese creído que realmente uno de los gatos me hizo pistola y se escondió luego bajo una piedra.
La larga caminata me dio la razón, este había sido el peor sitio que me habían asignado desde que comencé la trayectoria, empezando porque no había gente alguna. ¿ Ahora el voto también cuenta para gatos y perros?. Por más que deambule enmaletada, nadie apareció. Esto me ofrecía dos opciones devolverme a mi hostal de cuatro estrellas, telefonear y lograr una nueva ubicación o continuar caminando hasta encontrar un alma o un hotel para establecerme por la emporada asignada.
Me di la vuelta para retomar mis pasos hacia el paradero y para mi sorpresa el pueblo era similar por donde se le viese. Diminutas y blancas casas castigadas por el tiempo esperaban en las aceras. Casas vacías llenas de perro y gatos. Medite un poco, en el ambiente se sentía algo extraño. Dejé de pensar, respirar por breves momentos y ¡voala! Nada. Un silencio absurdo me entristeció los huesos.
En los otros pueblos donde había trabajado se distinguían por la algarabía, el chillido de los pájaros sobre la copa de los arboles, los chicos corriendo jugando boliche y a ser espadachines, las viejas con sus mecedoras recibiendo en fresco de la tarde, las niñas saliendo del colegio en fin, muchos sonidos que al recordarlos me llevaban de la manos con imágenes que se convertían en recuerdo. Aquí nada.
Era difícil pensar en enseñar en un pueblo fantasma. Mi fuerte no era la etología. Debo confesar que esta asignación se me hizo completamente descabellada.

En uno de mis múltiples fracasos para retomar mis pasos y marcharme de aquel sitio divise por fin un hospedaje al cual me encamine de manera casi agradecida con la providencia siendo que soy atea.
Al entrar una gran jaula alberga un pajarote parloteador con rasgos muy humanos en los ojos, como si hubiese sido convertido en ave, por una bruja mala luego de un mal brebaje de amor. Parecía estar sólo, aunque con él y ahora conmigo se bastaba.
Espere en el estar hasta que me convencí que no aparecería nadie para adjudicarme una habitación y llevar mis maletas por una módica propina. Dejé la vergüenza y me encamine a tomar la llave de cualquier habitación, a la final el pueblo estaba sólo y los cuartos vacios. Ya adentro, una gran cama me dio la bienvenida y sin pensarlo cedí a la tentación, no se en que momento me dormí.
Sonido de trastos, voces, algarabía despertaron mis sentidos. Ya había llegado la noche y el pueblo silencioso y lúgubre que había experimentado en las primeras horas, despertó. Tres toques a la puerta me hicieron conscientes de alguna manera que habían notado mi presencia, presta abrí, del otro lado un hombre alto, rubio con ojos de pájaro me daba la bienvenida y avisaba que la cena se encontraba lista.
Momentos después bajé notando que el lugar estaba aun más colorido que como lo recordaba, lleno de gente, pero sin infantes cosa que me llamo la atención, asumí que se debía a la hora, “ ya mañana los veré” pensé para mis adentros. La noche transcurrió sin muchas sorpresas y algarabía, la gente pese al letrero de “El turista no es bienvenido” se habían portado divinamente conmigo, cosa que me agradó de sobremanera ya que no estoy acostumbrada al rechazo social.

Cansada y con la convicción de hacer amigos al siguiente día volví a mi habitación y dormí hasta el siguiente día en donde el aullido al unisonó de una jauría de perros me despertó. “Era escalofriante” pensé. Si mi abuela viviera diría que habían visto el diablo, o se acercaba la mala hora. Como pude trate de callarlos, pero fracase en el trabajo. Prendí la televisión y me quede un buen rato en la cama al menos hasta que las tripas empezaron a hacer mella. Llamé y nada paso. No había de nuevo nadie tan sólo el pájaro parloteador que repetía melódicamente “Buenos días Sara, buen despertar en valle azul” y un perro en cada intersticio del establecimiento.
Perros comunes, sarnoso, criollos, chiquitos y grandes, pero sólo uno llamo mi atención, tan solo ese perro me siguió hasta el comedor y echado a mis pies se durmió. Era ese perro, sus ojos, su extraña expresión al encontrarme.. ¿Me había soñando? ¿Le era familiar como en cierta manera el a mi? Me extrañó que al verlo se viniera a mi mente la imagen de Lucas…

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